A través de la lluvia




Cuando se mira la lluvia caer los pensamientos se mojan, se empapan. Entonces, hago un inventario de lo vivido, de los caminos recorridos. Me acerco a la ventana y algunas gotas rozan mi piel, decido continuar. Mi sorpresa es mayor cuando comienzo a enumerar todo aquello: un alma ficticia para las horas de olvido; un canto apresurado para cuando no llueve; una sonrisa asesina para las horas de insomnio; unas manos que construyen tesoros en las palabras; espejos por toda la casa; caminos por empezar.

Mis pensamientos se humedecen aún más, la lluvia arrecia su andar (resuelvo ponerme cómoda) tomé lápiz y papel, proseguí mi inventario: recordé mis pies en el fango, pero también en la pradera, buscando algo que tal vez estuvo al final; caricias al aire; caminos sin terminar; observé el encuentro con otros seres, espíritus andantes, diferentes, distantes; mis ideas como ruinas también recordé; tiempos difíciles en su mayoría; fantasmas que carcomían mi interioridad; sentí el peso del cielo en el alma; dibujé el presente como algo de utilería, el futuro como alforja y el pasado como un libro olvidado. Terror y pánico me atreví a escribir.

Mis manos ya manchadas por el grafito dejaban borroso el inventario, las limpie con un pañito y seguí mi redacción: el amor no lo vi por ningún lado, quizás se ahogó con la lluvia y no llegó a mis recuerdos. Me parecía ilógico, pero era la realidad, entonces... me percaté de que el amor formaba parte de mi derrota y lo taché (No podía anotar lo que no tenía). Sin embargo, me di cuenta que si tenía amor para dar, así que lo escribí nuevamente con un asterisco al lado; soledad fue la palabra que más hizo eco, aquella soledad que el corazón y “toda yo detestaba”, eso lo anoté con rapidez.

Realmente, ya no me hacia gracia continuar el recuento de mi historia. La lluvia estaba cesando, habían pasado varias horas y el anochecer irrumpía por el ventanal. El olor a tierra mojada despertó nuevos pensamientos. Encendí un farolito, tomé otra hoja y escribí en letras grandes “Inventario de mi nueva vida”, una leve sonrisa se dibujó entre las sombras y la luz, hasta mi mano tomó fuerza y arrugó el manchado papel que antes había escrito. Por un momento, no supe que escribir, no atinaba por donde empezar. No es tarea sencilla, al ser humano le encanta vivir angustiado, infeliz, disfruta de las malas rachas (aunque no lo acepte), de las tertulias con otros que no llegan a un final útil. La naturaleza del hombre utiliza los problemas para escapar de sus pensamientos, de quien es. Las excusas están a la orden del día, son baratas. Por eso siempre se recuerdan momentos difíciles, por eso cuesta pensar en otras cosas, quizá mejores.

Estuve hasta el anochecer sin escribir nada. Creo que hay palabras que no sirven para mostrar el significado exacto de lo que se piensa desde el alma. Sigo con mi futuro como alforja, si se me pierde es culpa mía y de nadie más. No escribiré por ahora, apago el farolito y empiezo a vivir otra vez. Mañana pondré mis pensamientos al sol y recodaré lo que aprendí a través de la lluvia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bellisimo escrito , gracias por tu visita a mi blog , estoy segura que te iré siguiendo .

Paz/

@Igna-Nachodenoche dijo...

Estos días de lluvia, se convierten en nostálgicos, y a muchos nos da por pasear por la calle de nuestros pasados.
Al menos a mí.
Y es cuando más cavilo.

Cavilando.

ella dijo...

que tendrá la lluvia...? que nos pone melancólicos y no podemos vivir sin agua...
Un beso

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