De aquellos días...


Cierro mis ojos
dibujo los tiempos del      nosotros
las horas de cabellos desatados
de días invernales entre sábanas
de piel y bocas estremecidas
y un mundo interno de silencios
de palabras ocultas
las tuyas
porque los ojos se nublaban
los míos
a menudo en las despedidas
en ese adiós
solía guardar tu aroma en mi bolsillo
lo apretaba entre mi mano
tu perfume y mis dedos
lo acariciaba: textura inmóvil y sabor liviano

no quiero abrir mis párpados
                        te llevo en mi bolsillo
                                                 creo estar viviendo

Mitad invisible



lee la mitad invisible que no escribí
allí estoy entre el vértigo de las líneas
en letras minúsculas habita el placer
de reencontrar lo que ya conoces
las palabras que nunca diré
me escribo en eso que no miras
en las entrañas de eso que sientes
en los fragmentos dibujados del verbo
allí, en cualquier sitio
tus ojos invencibles leyéndome
me escribo – pernocto
         me desarmo
                me entrego
                        me abro
                                soy mitad invisible
                                            en tus párpados

Mujer metáfora



Soy una mujer hecha metáfora
letra por letra me reparto
me consumo en el silogismo
que conjura la noche
y no sé en qué día de mis sueños habito
sobrevuelo en mis temores
desnudo las vidas que los demás me inventan
mientras tejo entre líneas la que vivo
soy una mujer hecha metáfora
soy una metáfora hecha mujer



El diagnóstico y la terapéutica (Eduardo Galeano)

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"El amor es una enfermedad de las más contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces. El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de querer, como al descuido, en el café o en la sopa. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. No hay decreto del gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo con garantía y todo. Por otro lado, no nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del amor en un abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace".

Del libro: "El libro de los abrazos"

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