Vida, mi vida, déjate
caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de
fuego, de silencio ingenuo,
de piedras verdes en la
casa de la noche,
déjate caer y doler, mi
vida.
Nos vamos formando con los tropiezos y fortunas de la vida (medito,
mientras la lluvia se escucha distante y tranquila). Demasiada humedad cubre
estos días las calles de mi ciudad, lo cual produce una sensación de mudes, de
pasividad sorda y de angustia ante el tiempo, ante los minutos que transcurren
en la lectura de un libro mientras se está frente a la lluvia que empapa el
cielo, de colores grises y oscuros. Sí, el tiempo trae tropiezos y fortunas, pero
¿Cómo distinguir una de la otra? ¿Por el grado de felicidad que produce? Todo
es relativo - resuena nuevamente el
dicho - para cada quien; de todas maneras, si hay tropiezos, ¿Cómo saber si
pudo ser mejor si se hubiese tomado otro camino, otra decisión? Recuerdo,
entonces, a Sabato quien decía que “la
vida se hace en borrador y no nos es dado a corregir sus páginas, aunque es
terrible de comprenderlo”. Sin embargo, qué hay que corregir. ¿No sería
amputar una parte de uno como si de un cuerpo extraño y maligno se tratara?
La vida no es despojarse de un trozo de ella, la vida es
enfrentarse de la mejor manera posible a lo que se vive. No hay, desde mi punto
de vista, tropiezos o fortunas; hay experiencias únicas que jamás han de
repetirse, que jamás son iguales aunque dos personas las vivan al mismo tiempo.
Milán Kundera, en su novela La insoportable levedad del ser, se preguntaba ¿qué valor puede tener la vida si el primer
ensayo para vivir es ya la vida misma? Creo que mucho por la simple razón
de que es una, insustituible, intransferible; por lo tanto, no podemos
compararla con otra vida o con otra experiencia.
¿Qué queda? Vivir a través de la pasión, del sentimiento, “solo
se ve bien con el corazón”, diría el Principito. Para mí no hay otra forma de ser, de estar,
de existir, sino es con la piel erizada, combatiendo contra el
mundo a partir de lo que el alma grita; por eso, mis experiencias las llevo
sobre mis alas, y aunque suene contradictorio, ellas hacen que me levante para
seguir volando. Es lo único que tengo en esta vida: mi vida.