Escribir (Chantal Maillard)




escribir

para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos

escribir

para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

aunque en el alma no

en el alma
la estimación del tiempo que concluye
y es arriba
algo más que un silencio
con ojos semiabiertos

escribir

como condescendencia y como rebeldía
sin elección
sin pausa
porque se va la luz, las fuerzas
se le acaban
y el ser se va de vuelo
en las garras de un ave
carroñera

escribir

para decir el grito
para arrancarlo
para convertirlo
para transformarlo
para desmenuzarlo
para eliminarlo
escribir el dolor
para proyectarlo
para actuar sobre él con la palabra


escribir para curar
escribir para guarecerse
escribir como si cerrase los ojos
para no cerrarlos
para mover la mano y seguir su curso
para sentirse viva

AÚN

para aplazar la angustia
como simulación
para guiar la mente y que no se desboque
para controlar lo controlable

escribir

como quien deja la luz encendida
y duerme de pie sobre sí mismo
para saldar las cuentas con el miedo

escribir
para reorganizar

escribir
sin hacer concesiones

escribir
como quien des-espera
para cauterizar
para tomarle las medidas al miedo
para conjurar
para morder de nuevo el anzuelo de la vida
para no claudicar
escribir
para apuntar al blanco

escribir

con palabras pequeñas
palabras cotidianas
palabras muy concretas
palabrasojo
palabras animales
palabrasbocadegato
ásperas por dentro y por fuera
suaves como “tal vez”
palabraslatigazo
como “demasiado” y “tarde”



(Foto: Chantal Maillard, leyendo 'Hilos').



escribir

para no mentir
para dejar de mentir
con palabras abstractas
para poder decir tan sólo lo que cuenta
decir que a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada
y la sábana verde se desdobla
en el espejo del armario
estoy en mí
en el lugar en que acostumbro
a encontrarme
en este aquí hecho de extraña
duración en lo mismo
repitiéndome
la carne dolorida
los huesos lastimados
los nervios, la piel
tirante, amoratada
el pelo encanecido
el grito sólo postergado
y hoy a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada

muere un niño
o dos o no sé cuántos
mueren y una anciana dice
sus últimas palabras
o no las dice y muere
y es otra la que habla
pero no habla, dice
apenas dice y muere
sin decir
apenas
nada
y algo se me atraganta
tal vez un alarido
largo como las once horas de esta noche
o tal vez la conciencia
que duerme encendida
como una lumbre la conciencia
de todos los que mueren
como una fogata
un espantoso incendio
que prende en las ventanas
de la ciudad y en el mar no se apaga
una conciencia absurda
una antorchahorizonte
la conciencia de todos los que saben
que se están acabando
en sus huesos de antorcha
hoy, mañana, siempre

escribir

todas las muertes son mi muerte
mi grito es el de todos
y no hay consentimiento
escribir

¿para consentir?
¡escribir para rebelarse!
no hay lugar para plegarias
no hay lugar para el sosiego
el ajuste de las almas
se hace en rebeldía

Estamos solas
y nos pertenecemos.
En nosotras está el poder
Somos un pueblo de almas
en rebeldía
¡Despertad!
Lo que escribo aquí
se traza en el aire
el dolor es la senda
el dolor es el medio
por el dolor la fuerza
que combate el dolor
y lo transforma
por el dolor deshago
mi dolor en lo ajeno
y el ajeno en el mío

escribir

para des-esperar
por todos los que están
por todos
los que fueron
los desaparecidos
escribir para cuidar
sus des
apariciones
para alimentarlas
para que no se enturbien
no tan pronto
no tan siempre
pronto


escribir

¿y no hacer literatura?
¡y qué más da!:
hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.

Escribo

para que el agua envenenada
pueda beberse.



* Poema publicado en el libro Matar a Platón (2004) por Chantal Maillard





El cuerpo (Jean-Luc Nancy)




4 indicios sobre el cuerpo


10

“El cuerpo es también una prisión para el alma. Allí purga una pena cuya naturaleza no es fácil de discernir, pero que fue muy grave. Por eso el cuerpo es tan pesado y tan penoso para el alma. Necesita digerir, dormir, excretar, sudar, ensuciarse, lastimarse, caer enfermo”

11

“Los dientes son los barrotes del tragaluz de la prisión. El alma se escapa por la boca en palabras. Pero las palabras son todavía efluvios del cuerpo, emanaciones, pliegues ligeros del aire salido de los pulmones y calentado por el cuerpo”


12

“El cuerpo puede volverse hablante, pensante, soñante, imaginante. Todo el tiempo siente algo. Siente todo lo que es corporal. Siente las pieles y las piedras, los metales, las hierbas, las aguas y las llamas. No para de sentir”

13

“Sin embargo, la que siente es el alma. Y el alma siente, en primer lugar, el cuerpo. De todas partes ella siente que él la contiene y la retiene. Si el cuerpo no la retuviera, se escaparía completamente en forma de palabras vaporosas que se perderían en el cielo” 






"Que se escriba no del cuerpo, sino el cuerpo mismo. No la corporeidad, sino el cuerpo. No los signos, las imágenes, las cifras del cuerpo, sino solamente el cuerpo. Eso fue, y sin duda ya no lo es, un programa de la modernidad. (…)

Escribir: tocar el extremo. ¿Cómo entonces tocar el cuerpo, en lugar de significarlo o de hacerlo significar? Uno está tentado de responder con prisa que o bien eso es imposible, que el cuerpo es lo indescriptible, o bien que se trata de remedar o de amoldar el cuerpo a la misma escritura (bailar, sangrar…). Respuestas sin duda inevitables – sin embargo, rápidas, convenidas, insuficientes: una y otra vez hablan en el fondo de significar el cuerpo. Directa o indirectamente, como ausencia o como presencia. Escribir no es significar.

Se ha preguntado: ¿cómo tocar el cuerpo? Puede que no sea posible responder a este ‘cómo’, como si de una pregunta técnica se tratara. Pero lo que hay que decir es que eso – tocar el cuerpo, tocarlo, tocar en fin – ocurre todo el tiempo en la escritura.





Puede que eso no ocurra exactamente en la escritura, si ésta tiene un ‘dentro’. Pero a orillas, al límite, en la punta, en el extremo de la escritura, no ocurre sino eso. Ahora bien, la escritura tiene su lugar sobre el límite. No le ocurre, pues, otra cosa a la escritura, si algo le ocurre, que tocar. Más precisamente: tocar el cuerpo (o más bien, tal o cual cuerpo singular) con lo incorporal del ‘sentido’. Y, en consecuencia, hacer que lo incorporal conmueva tocando de cerca, o hacer del sentido un toque.

(No sé de escritura que no toque. O bien, no es escritura sino informe, exposición o como se quiera llamar. Escribir toca el cuerpo, por esencia.)

Pero no se trata en absoluto de traficar con los límites y de evocar no sé sabe qué marcas que vendrían a inscribirse sobre los cuerpos, o qué improbables cuerpos vendrían a trenzarse con las letras. La escritura toca los cuerpos según el límite absoluto que separa el sentido de la una, de la piel y los nervios del otro. Nada transita y es eso lo que toca.



(…) La excripción de nuestro cuerpo, he ahí por donde primeramente hay que pasar. Su inscripción-afuera, su puesta fuera de texto como el movimiento más propio de su texto: el texto mismo abandonado, dejado sobre su límite. No es una ‘caída’, eso ya no tiene ni alto ni bajo, el cuerpo no está caído, sino completamente al límite, en el borde externo, extremo y sin que nada haga de cierre. Yo diría: el anillo de las circuncisiones se ha roto. No hay más que una línea in-finita, el trazo de la misma escritura excrita, que proseguirá infinitamente quebrada, repartida a través de la multitud de los cuerpos, línea divisoria de todos sus lugares, puntos de tangencia, toques, intersecciones, dislocaciones.

Ignoramos qué ‘escrituras’ o qué ‘excripciones’ se preparan a venir de tales lugares. Qué diagramas, qué retículas, qué injertos topológicos, qué geografías de multitudes"


La Sociedad de los Poetas Muertos

"No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas"



Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa.
Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida.
Abandonar todo lo que no era la vida, para no descubrir,
en el momento de mi muerte, que no había vivido.



“La Sociedad de los Poetas Muertos” es una de esas películas que logra conmover  profundamente al público. Es una crítica a las reglas, a las normas, al tradicionalismo que encarcela el pensamiento, que pretende que la educación solo automatice a los estudiantes evitándoles la libertad.




"Carpe Diem, quam minimum credula postero" o "Captura el día de hoy y pon tan poca confianza en el de mañana como puedas" del filósofo Horacio, es parte del argumento del film así como la poesía, que permite “sacarle el jugo a la vida”. La trama de la historia se desarrolla  en 1959, en la Academia Walton que sigue manteniendo el clásico modelo de educación victoriana; los jóvenes que allí estudian pertenecen a la más alta sociedad. El nuevo curso cuenta con la novedad de una incorporación: un excéntrico profesor de literatura, John Keating, antiguo alumno del centro. Con él los alumnos despertaran sus mentes, descubrirán la poesía, el significado de “Carpe Diem” (aprovechar el momento) y la importancia de perseguir los sueños. Les dejo un poema de Henry David Thoreau presente en la película que sería bueno reflexionar:


“Soñamos días de mañana
que nunca llegan.
Soñamos una gloria
que no deseamos.
Soñamos un nuevo día
cuando ese día ya ha llegado.
Huimos de una batalla
En la que deberíamos pelear.

Y sin embargo dormimos.

Esperamos la llamada
sin adelantarnos a ella.
Basamos nuestras esperanzas en el futuro
cuando el futuro no es más que vanos proyectos.
Soñamos con una sabiduría
que evitamos cada día.
Llamamos con nuestras plegarias a un Salvador
cuando la salvación está en nuestra manos.

Y sin embargo dormimos.
Y sin embargo dormimos.
Y sin embargo rezamos.
Y sin embargo tenemos miedo.”




"Me fui a los bosques porque deseaba vivir en paz, enfrentarme a la esencia misma de la vida y comprobar si era capaz de aprender todo lo que podían enseñarme. No quería descubrir, en el umbral de mi muerte, que no había vivido"




Diarios de Adán y Eva




Mark Twain es conocido por dos libros preciosos: Tom Swayer y las aventuras de Huckelberry Finn. Sin embargo, lo adoré y admiré con una obra suya que no conocía y  me emociona continuamente: El Diario de Adán y Eva.

Los Diarios de Adán y Eva permiten observar a los personajes bíblicos justo en el momento en que se conocen y empiezan a enamorarse. La explosión a la que se someten, sus conductas imprevisibles, los defectos cotidianos, los enojos, sus sensaciones y sentimientos muestran la construcción de una pareja y constituyen la prueba de cómo el autor comprende y sabe expresar lo verdadero del ser humano.  Sin duda alguna, estos diarios reinventan el paraíso: está allí, donde existe el amor. 


FRAGMENTOS


Del Diario de Adán: 

“La nueva criatura le pone nombre a todo lo que ese le aparece, antes de darme tiempo siquiera a protestar.”


***

“Después de todos estos años, me doy cuenta de que estaba equivocado respecto de Eva al principio: es mejor vivir fuera del Jardín con ella que dentro sin ella. Al principio, creía que hablaba demasiado; pero ahora me entristecería que esa voz se silenciara y desapareciese de mi vida. ¡Bendita sea la castaña que nos unió y me enseñó a conocer la bondad de su corazón y la dulzura de su espíritu!”


***

“Dondequiera que ella estaba, allí era el Edén.”






Del Diario de Eva: 

“Estuve toda la semana pegada a él e intenté presentarme. Tuve que sostener la charla, porque él estaba cohibido, pero no me importó. Parecía agradecido de tenerme cerca, y usé varias veces el “nosotros”, tan sociable, porque parecía halagarlo el sentirse incluido.”


***

“Me pasé toda la mañana trabajando para mejorar el lugar; y me mantuve alejada de él a propósito con la esperanza de que se sintiera solo y viniese. Pero no lo hizo”.


***

“He perdido el Jardín, pero lo he encontrado a  él, y estoy contenta. Me ama tanto como puede; yo lo amo con toda la fuerza de mi naturaleza apasionada.”






Comparto un link donde podrán leerlo desde la computadora. ¡Disfrutenlo!


Desata el nudo que me ata



no traigas la razón a este instante
            des  
                grá  
                     na   
                          me
                            entre un centenar de hilos y notas
atízame en esta espesa tarde 
cuelga una mirada en mi cuerpo
                                            tu cuerpo
vísteme con tu desnudez
inundando mis venas dispersas 
con tu sudor de sal
pólvora que gime      “siempre”           “nunca”
llévame a tu orilla
donde desatas el nudo que me ata
donde bullo y me precipito
en elevada        c a í d a

Preludio





Si muriera
me llevaría el aire
mis bolsillos llenos de poemas
navegaría descalza los desiertos del tiempo
me adentraría cinco minutos
en tu cruce de aguas       

       la    vida
                  sería
                          eterna
                             en cinco minutos


El sueño duele en los ojos




En la mañana el sueño duele en los ojos
se escriben palabras móviles en el marco del tragaluz
son lanzadas por mi mano
y sus límites se pierden
sus contornos se pierden
como si fuesen sombras
desvanecidas
buscando llegar a donde no se puede
desde entonces
los ojos se quiebran apretujados
laberínticos       grises         tambaleantes
amortajados como cuerpos desnudos hechos nada
pálidos como la nieve del invierno
quién sabe hasta cuándo.


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