Amanecer frente al mar

...
me quedaré con los veleros matutinos
en ésta costa sosegada
donde el rastro del tiempo disipa las voces de los amantes
me quedaré escudriñando tu mirada enigmática
desnudando tus verdades aprisionadas
y detrás de tu sonrisa
descubrir un rastro olvidado en la arena
que limpie mis heridas de sal
me quedaré a naufragar
mientras la claridad ofusca mis sentidos
y ya no existirán los veleros
y ya no sostendré tu mirada
más el tiempo seguirá insaciable
consumiendo mis penas
arrullando mi soledad cotidiana
entre el abrigo húmedo del amanecer
...

Olvidé Morir






Las cicatrices sirven
para recordar que el pasado existió
mucho más las que deja tu ausencia en mi cuerpo
y las que no sanarán y no serán cicatriz
sino la herida punzante en mi pecho

Las cicatrices nos avivan lo olvidado
tentaciones, risas, placeres, soledades
no es la marca del cuchillo o el disparo
de tu voz lo que me aflige
es la duda incansable por no saber
si era posible amar


Palabras falsas y sonrisas quedas
abundan en los hilos que me recubren
un tal vez y un quién sabe
entre tus manos invisibles me resguardan
aún vivo entre tiras de pesares que suturan mi alma
más no te traigo ahora para que sanes mi piel
sino para recordar que no tuve temor
en mis cicatrices y heridas está la prueba
yo combatí por ti
perdí mi vida
olvidé morir
.
.
.

El dragón de mi amor



Ya no se escurre mi piel del hastío 
en mi cama llenaste el lugar olvidado
se ha ido el vacío del oeste de mi almohada

cada noche mis pechos como soles te invitan a morir en sus cimas
son dos montañas que presurosas te piden conquistarlas
te dejo sin armas
cedes ante mi hechizo
recorres infinitos caminos sobre mi
me los muestras
los invento
mi cabello es uno de esos caminos 
te lleva al elixir de mi boca
allí habita el dragón de mi amor
alborotando tus sentidos 
fulgurando tus labios 
arropando tus adentros

ya mis días no son murmullos silenciosos
ya mis noches no son inertes 
no hay recovecos en mi vida
el dragón de mi amor 
incineró todas las dudas
...

Entre las sábanas



Ella, frente a la ventana abierta de su habitación, observa las primeras gotas del cielo adormecido; cierra sus ojos, prefiere escuchar los cristales de agua correr por la pared, poco a poco se empapa la pintura envejecida, los vapores escondidos del orbe levantan vuelo y el silencio hace eco, pero en sus oídos no caben más reproches. Desnuda, desde su cama recuerda, mira la lluvia que cae, entre las sábanas quisiera tener a alguien a su lado, alguien que esté cantando aquella tórrida canción que recuerda en días como estos, alguien que desnude el infinito, que no le tema a la humedad de la media noche.

¿Cómo dice esa canción? Trata de recordar, pero siente caer una gota en su pecho, sólida y aguda. Ella abre sus ojos y la ve resbalar ¿Es lluvia? ¿Es lágrima? ¿Es sudor? Mientras se desliza trata de alcanzarla con sus dedos, la toma, la absorbe. La lluvia la salpica ¿qué importa? Aquella mujer recuerda, se enreda entre las sábanas y seca su sudor, ella piensa en su vida, sueña más allá de las sábanas, más allá de la lluvia en sus ojos, ella siente su cuerpo aún mojado y luego... aquella canción. Ella, desde las sábanas, mira la lluvia que cae, es demasiado tarde, el cuarto se hace pequeño y recuerda, siente, bebe sus lágrimas. Ella espera una caricia, manos de gasa que cubran sus heridas. Ella sueña desde las sábanas con un mundo más allá de ellas. 

Ella tiene frío, prefiere dormir, pero su mano se desliza entre el tejido blanco, tacto hundido entre la carne, cierra sus ojos. Ella humedece la punta de sus dedos, mano que resbala entre la lluvia mientras el universo se contrae. Ella sonríe y olvida sus cicatrices, prefiere olvidar, siente su cuerpo caliente, pero la cama tan fría. Ella sigue soñando mientras se empapa, la lluvia la abraza, la lluvia la salpica entre las sábanas, desnuda. ¡Ella no sabe cuándo despertará!

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